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domingo, 24 de mayo de 2015

El hormiguero

"No me siento como una hormiga en mi interior, pero supongo que empiezo a parecerlo... Es como cuando D.H. Lawrence tuvo la idea de dos personas encontrándose en el camino, y en vez de pasar de largo y perderse en la lejanía, deciden aceptar lo que él llama «confrontación entre sus almas». Como si liberáramos a los valientes y temerarios dioses que llevamos dentro..."
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Salir a la ciudad alienada e indiferente con la infancia entre las cejas, las cuentas por pagar en la mandíbula, las compras compulsivas en el lugar del deseo, la rutina evasiva en el lugar del encuentro, el hastío en el lugar del asombro… Mirando al piso, nos olvidamos del cielo, del prójimo, del instante. 
Totalmente inmersos en el laberíntico hormiguero, repetimos las mismas frases, respetamos las mismas reglas, miramos sin ver, sobrevivimos, entre agresivos y cordiales, nos aislamos de todos y de nosotros mismos. 
Qué liberación es sonreírle a corazón suelto a todo peatón desprevenido, sorprender a un devaluado galán agradeciéndole el piropo, hacerle muecas a los chicos de la fila, enseñarle a cantar nanas al hijo de la madre agotada, regalarle un viaje al recuerdo a la anciana del bus, pedirle al militar que recite un poema, agradecerle su amable tiempo a la funcionaria, insistir en que el cura hable de sí mismo, que el médico te responda cómo se siente, que el vendedor te mire a los ojos, darle paso a quien te lo pide y a quien no, declarar ganador de antemano al competidor frenético, alabarle las manos a la panadera, el peinado a la mesera y la sonrisa a la cajera. 
Qué bonito despertarnos alegrándole el día al más dormido, observar en silencio maravillado al que duda, al que ronca, al que besa... Apretar la mano del que te da el boleto, la bebida o el cambio y decirle: ¡Gracias!... No bajar los ojos cuando alguien te mira ni siquiera después de que baje los ojos, escuchar y responderle al que te hable, sonreírle al que te mira, responder con verdad a las ironías, robarles la sorpresa del oficio a los rateros, preguntarle a quemarropa qué dolor reprime al envidioso, al chismoso qué secreto esconde, al hipócrita qué mentira le dolió tanto, respirar la bondad que anda en el aire, imaginar hilos de luz bajo las pieles, entender que el espacio vacío a todos une, andar de corazón abierto y sin coraza, reconocerse humano y despierto en pleno hormiguero.
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Del film "Despertando a la vida" (Waking Life).

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